RON, nunca fue como todos en la manada…
Desde muy pequeño jugaba como sus hermanos y amigos de la granja…correteando detrás de las gallinas y los patos, retozando sobre el pasto bajo el sol y peleando por un lugar cuando la pequeña Ana les llenaba el comedero. Cuando fue creciendo, a diferencia de los demás, que aspiraban a liderar la guardia de la casa y sus corrales, o ser de los que acompañaban a los Amos a controlar la hacienda que llevaban de pastura en pastura, no porque se sintiera mejor que los demás, solo…diferente. Sus sueños pasaban por la admiración que les despertaba la altura del cerro al final del campo detrás del cual se ponía el sol.
Pasó el tiempo y su cuerpo se hacía más y más fuerte. Cuando podía se escapaba de su casa para llegar al pie de la elevación…la analizaba…buscando por donde, entre cuál de las piedras salientes podría descubrir el camino para poder ascender. Desde cerca era imponente esa mole de piedras y tierra rojiza…pero no le atemorizaba. Íntimamente se decía yo puedo mirando hacia arriba…Un silbido lejano lo sacaba del momento y corría a acompañar al resto, de vuelta al ruedo con los demás cuando alguna vaca haragana que no se quería mover, u otra que se descarriaba de grupo.
Ya en la finca, cuando el sol ya se escondía y luego de arrasar con la ración, todos se iban hasta el porche de la casa a ver si los amos querían dar alguna muestra de cariño o tal vez convidar algo dulce de sus postres…pero Él ya estaba en la puerta del Establo mirando hacia el cielo…esperando la llegada de la Luna, parecía hipnotizado, siguiéndola con su mirada hasta ver como se apoyaba sobre la cumbre de cerro bañando de una luz plateada toda la inmensidad del campo hasta la entrada de la casa. El resto de la manada ya estaba acostumbrada, aunque les resultaba raro que su compañero poco a poco se fue aislando…sumergido en su mundo…que buscaba, ¿por qué le generaba tanto interés
esa bola blanca?…
Hasta que llegó el día…y se decidió, ya lo había estudiado bien. En el momento que los hombres se quedaban a un costado del ganado, para fumar, tomar café y hablar entre ellos…el sigilosamente dejo su lugar y se escapó hacia el cerro. Encontró el arbusto que marcaba el lugar por donde podría comenzar la trepada. Poco a poco fue saltando de piedra en piedra, hasta que pudo hacer pie y caminar forzando sus patas traseras. El sol caía pesadamente sobre la ladera, era el momento ideal… ya que la intensa luz le mostraría cada uno de los mejores lugares para seguir ascendiendo. Los minutos se fueron multiplicando pero la marcha era pareja…solo se detenía para analizar cada senda para llegar más alto. Continuó su búsqueda sin mirar atrás…Pasaron un par de horas y aún no se acercaba a la cima, el calor había cesado pero la luz seguía siendo intensa y siguió subiendo. Ya sus fuerzas comenzaban a mermar, su pelaje tenía muestras del ascenso, algunos arbustos habían dejado marcas sobre su lomo y las patas se teñían de un marrón rojizo de los senderos andados. El sol siguió su paso por sobre la cumbre y alcanzo a divisar un resplandor de luz que se apagaba, el cielo celeste dejaba paso a un azul profundo…sabía que la hora se acercaba y apresuró la marcha, un último esfuerzo y lo lograría…y así fue. La cima, lo había logrado. Entonces se sentó y aguardo observando todo a su alrededor. Primero miró por donde siempre veía al sol ocultarse tras el cerro…pero no lo encontró. El azul oscuro había dejado paso a un negro profundo. De pronto una luz ilumino pequeños puntos pálidos…la luna se mostraba y avanzaba hacia el lentamente, pero sin pausa. Poco a poco, se fue dando cuenta…que cuanto más se acerca la luna al cerro más se elevaba…y a pesar que había alcanzado la cumbre de sus posibilidades no tocaría su deseado trofeo y grito profundamente un lamento que resonó por todo el valle.
Entonces, entendió que fue bueno no conformarse con los objetivos de la manada, pero cuando emprendes el ascenso en busca de tus anhelos y lo haces solo, por más que los alcances, podes terminar siendo un Lobo solitario…aullando a la luna.