Un reciente informe de Naciones Unidas, que viene trabajando para la “Cumbre del Futuro” a desarrollarse en septiembre de 2024, prevé para el 2050 una población mundial cercana a los 10 mil millones de habitantes, donde América Hispana jugará un papel importante para la alimentación de la humanidad. Previendo esto, las industrias biotecnológicas van alentando la urbanización de nuestros pueblos. De hecho, se espera que en la Provincia de Buenos Ayres el 98% de su población viva en grandes urbes, al concluir la década. Escenario que el arco político local observa como progreso, entendiendo que el mundo va hacia las urbanópolis.
Este contexto permitirá, a la biotecnología de la industria alimentaria, contar con una amplia región para sembrar y aumentar los rindes de producción, a través de cultivos modificados genéticamente. Al tener más rendimientos por hectáreas producirán más alimentos y, obviamente, mejores ganancias a un costo menor para el productor.
Debemos tener presente que, la desertificación, como la degradación del suelo, viene avanzando y el 27% de la superficie bonaerense está comprometida, junto a la crisis hídrica que afecta, principalmente, a la región sudoeste como producto de la disminución del caudal de Río Colorado por falta de obras de infraestructura, como el “trasvasamiento” de aguas del Río Negro a modo de compensar la faltante, proyecto presentado al entonces gobernador Eduardo Duhalde, quien manifestara que los recursos de la provincia solo se destinan a la región del conurbano, decisión que los subsiguientes gobernadores practicarán.
A ello debemos agregar que, la entidad pública a cargo de controlar, monitorear, administrar y atender todo lo referente al riego, así como fomentar el desarrollo de la zona de riego, termina denunciada por los productores de la región por corrupción y malversación de fondos públicos como sucedió, en septiembre de 2020, contra el Ente Autárquico CORFO Río Colorado. Situación que complejiza y agrava la relación de confianza entre los productores y el poder político, retrasando las soluciones.
Por otro lado, en 2001 se aprobó la Ley provincial N°12.822, cuyo Artículo Primero establece la creación de la Comisión de Biotecnología y Bioseguridad Agropecuaria, para confeccionar informes con recomendaciones sobre la introducción y liberación de material transgénico, sus efectos en la salud, la producción y la comercialización. Pasaron 22 años y, llamativamente, aún no ha sido reglamentada, con graves perjuicios para el sector, principalmente, agrícola. Un ejemplo, es el caso del trigo modificado genéticamente tolerante a sequías, conocido como “Trigo HB4″ que, recientemente, la Cámara de Apelación en lo Contencioso Administrativo de la ciudad de Mar del Plata revocó una medida cautelar que prohibía de forma temporal el uso y aplicación de este trigo. Cuando, existiendo tal Comisión, hubiera determinado la viabilidad o no del cultivo en menor tiempo que el fallo Judicial.
Nuestra región es una importante productora mundial de trigo y maíz, pudiendo aportar mucho para reducir el hambre con sus exportaciones. Podría ser uno de los primeros países del mundo en ofrecer trigo bioenriquecido o maíz biofortificado, con el aporte de micro-nutrientes como zinc, hierro, selenio y yodo que, ante su falta, produce graves problemas de salud, como mal funcionamiento del sistema inmunológico y del cerebro, y trastornos del desarrollo físico, principalmente, en niños. Por lo tanto, no sólo se aportaría a una buena alimentación sino también a la salud mundial. Además, traería resultados comerciales ventajosos, puesto que, se contaría con un plus con respecto al trigo de Canadá o de Australia. El gobierno bonaerense, en vez de pelearse con el campo, debería ofrecer incentivos con políticas específicas para que los productores logren, rápidamente, instrumentar estas prácticas, superando los temores a esta nueva generación de cultivos.
Argentina debe planificar políticas públicas para contener el hambre en su pueblo. Necesitamos escuchar y observar cómo ha trabajado la cuestión alimentaria la India, qué hizo China y el Brasil de los primeros años de Lula…y, cómo resolvió la desnutrición Bolivia, en particular, con la QUÍNOA.
La quínoa se ha constituido en un cultivo estratégico en la seguridad y soberanía alimentaria global. Los argumentos son su excelente calidad nutritiva, su amplia variabilidad genética, su adaptabilidad a distintos ambientes y su bajo costo de producción, pudiendo convertirse en un gran cultivo que elimine de una vez por todas la desnutrición.
En la provincia de Buenos Ayres se ha logrado adaptar, en la región de Villarino, su producción por el INTA de Ascasubi. El gobierno bonaerense, o los gobiernos municipales particularmente, teniendo 250 pueblos abandonados y 350 en vías de extinción, deberían estimular su inversión en los terrenos aptos para su cultivo, generando micro-emprendimientos granjeros, no para el mercado internacional o venta en dietéticas, por el contrario, sería el propio Municipio quien compraría la quínoa a un precio razonable para ambas partes y, suministrarlo en los comedores barriales, principalmente en las casi dos mil villas miseria existente en la provincia. Porque de lo que se trata es no pensar todo en clave de mercado o votos, sino de salvar de la subalimentación a millones de nuestros pibes… ¡Bonaerenses, a las cosas!.