“Viajar y disfrutar la vida también ayuda a pensar” Por Fernando Andrioli

a. ultimas noticias Opinión Sociedad

La semana pasada hice realidad un sueño pendiente que tenía: subirme a mi moto sin muchos preparativos y recorrer distancias a las que normalmente no estoy acostumbrado, alrededor de 500 km diarios. Asi, uniendo ciudades en sentido sur, hice un recorrido hermoso pasando por Mar del Plata, Necochea, Tres Arroyos, Bahía Blanca, Las Grutas, San Antonio Oeste, Balneario El Condor, Pedro Luro, Tandil y el regreso a Campana.

Por suerte durante el camino pude reencontrarme con parte de mi familia que está dispersa por la provincia de Buenos Aires. Me generó una alegría enorme y también la posibilidad de mantener con ellos largas charlas que recorrieron diversos caminos del pasado, mucho del presente y la posibilidad de escuchar unos de otros nuestros proyectos a futuro.

Después de una semana, al retornar y aunque lo venía pensando durante el viaje separadamente, caí en la cuenta que mis cuatro primas con las que me encontré de una u otra manera están vinculadas a proyectos inclusivos, cada una con diversos ribetes y abordados desde diferentes ángulos; lo que me hizo meditar no solo en este aspecto en común de las actividades que desarrollan, sino de la importancia que significa que gente tan valiosa y cercana a mi estén abocadas a tareas tan nobles, donde el principal “leitmotiv” es buscar mejorar la calidad de vida del prójimo, ya sea desde conceptos económicos, culturales, de protección o de inserción social.

Si tomamos como inclusión al enfoque social que reconoce y valora las habilidades y potencialidades únicas de cada individuo, buscando que todas las personas sean parte activa de la sociedad en igualdad de condiciones; nos daremos cuenta que trabajar en esto es crear las bases de un mundo mejor, y es tan diverso y abarcativo, que existen infinidad de excluidos que necesitan ser primeramente detectados, luego amparados y por último ser reinsertados correctamente; en un mundo que por cuestiones mercantilistas y por prejuicios culturales tiende a excluir, a dejar de lado.

Mientras más escucho las propuestas de los nuevos paradigmas políticos que hoy pululan en Argentina, como el de Milei (que en lugar de nuevos parecen arcaicos), me doy cuenta que quizás hace falta un enfoque comunicacional más amplio que permita visualizar la importancia de las tareas que miles de personas realizan a diario para que las diferencias no sean barreras imposibles de sortear. No puedo creer que algunos jóvenes, que siempre se caracterizaron por el idealismo y el intento de cambiar las viejas estructuras, sienta que puede ser parte de un proyecto económico y social que avala la ley del más fuerte y que expresa como base conceptual de su modelo la exclusión fundamentalista, erradicando de sus premisas construir una sociedad más justa y para todos. Me niego a interpretar que es esta la respuesta a cierto hastío a la falta de soluciones de la política actual a problemas tan sensibles como la educación, la justicia, la salud y el trabajo. Espero que no se dejen engañar tan fácilmente con viejos modelos que ya han fracasado.

Sin irme por las ramas y volviendo a la inclusión y mis charlas de viaje, en un momento surgió el tema con una de mis primas de cuánto hemos cambiado como sociedad, cuantos temas que hasta no hace mucho autorizaban a poder marginar a personas de manera directa o indirecta de las actividades normales de todos los días ya no se discuten, por ejemplo: Hasta principios de la década del 90 la homosexualidad era vista prácticamente como una enfermedad, hasta hace menos tiempo las capacidades diferentes eran entendidas como inhabilitantes para trabajar o estudiar y el trastorno del espectro autista totalmente incomprendido y por ello marginado. Yo le reconocía que, como tantos de mi generación, quizás todavía no pudimos deconstruirnos totalmente de la pesada mochila cultural con la que cargamos y se nos hace difícil abordar ciertos temas con absoluta normalidad, pero sí aprendimos a tolerar y despojarnos de los prejuicios que hacían tan difícil la integración. Ambos coincidíamos que las nuevas generaciones ya vienen preparados con otro “chip”, un cambio directamente estructural que permite hacer del concepto diversidad una virtud.

En nuestra ciudad Campana, por suerte, tenemos muchas ONG que desde hace tiempo cumplen funciones fundamentales en este aspecto y también desde el Municipio se le da mucha importancia a generar y utilizar mecanismos de inclusión social.

Seguro nombrar a algunas me puede traer problemas por dejar afuera a otras, pero quiero destacar la enorme tarea de Grupo Esperanza, que si bien son muchas las personas que la llevan adelante, no puedo despegar la imagen de Casa Esperanza a la de Marita Nabais, de quien me queda el mejor de los recuerdos como persona y que siempre tuvo muy claro que el camino era llevar chicos con capacidades diferentes hacia adentro de la sociedad y no empujarlos hacia afuera.

Otro grato modelo es el de APID, asociación fundada por María Luján Modarelli, con quien recuerdo haber mantenido una charla hace muchísimo tiempo atrás, en sus inicios, cuando estaban de prestado en 25 de Mayo y Rawson en una vieja casona. Allí la escucharía decir cuáles eran sus proyectos y sus objetivos que más tarde no solo los plasmaría en realidad, sino que superaría ampliamente aquellos primeros sueños: Hoy la Asociación para la Protección Integral del Discapacitado (A.P.I.D.) que desde hace tres décadas otorga una respuesta integral a la persona discapacitada y a su familia, posee una magnífica sede propia y cuenta con todo un equipo de profesionales interdisciplinarios abocados en la tarea.

Tampoco puedo olvidarme del Hogar de Niños Nuestra Sra. de Lourdes. Ya su rol era fundamental por aquellas tardes de 1981 cuando yo, con solo 15 años y siendo ayudante de la Colonia de Vacaciones del Club Villa Dálmine (hoy Ciudad de Campana), iba de visita invitado por los propios chicos que concurrían a la colonia de verano, momentos increíbles por lo conmovedora de las historias individuales de cada niño, como también por el amor que con tanta facilidad ellos están dispuestos a dar a quién quiera recibirlo. Es destacable el enorme trabajo realizado para la revinculación de estos niños con otras familias y en estos últimos años, logrando destrabar mecanismos burocráticos y legales que impedían pudieran encontrar ese hogar permanente y padres adoptivos que necesitan.

Campana tiene muchos buenos ejemplos y desde el municipio tampoco se quedan atrás: Uno de ellos y muy importante es el de las Colonias de Verano y de Invierno que se llevan a cabo todos los años, destinadas a adultos mayores, jóvenes con capacidades diferentes y niños entre 6 y 12 años. Miles de participantes realizan actividades recreativas coordinadas por profesores de Educación Física en instalaciones deportivas, de manera totalmente gratuita, impulsadas por la Secretaría de Inclusión, Educación y Cultura, a través de la Dirección de Deportes.

Esta iniciativa que año tras año crece en número de participantes, es un claro ejemplo de integración vinculando iniciativas desde el gobierno municipal y la estructura de clubes de la ciudad; ofreciendo espacios lúdicos, culturales y deportivos a quienes de otra forma verían imposibilitado el acceso a ellos, ya sea por falta de recursos, movilidad o de profesionales especializados para orientar las actividades. Quienes tuvimos la suerte de ver de cerca este dispositivo (me ha tocado cubrirlo desde lo periodístico) pudimos vivenciar el real valor que tiene para sus participantes y la enorme alegría con que disfrutan cada jornada. También de valorar todo el equipo humano de trabajo que hay detrás de esta tarea.

Viajar siempre a uno le abre la cabeza, ya sea por conocer nuevas realidades o por disfrutar de otros ambientes, pero en este caso con cuatro o cinco horas arriba de la moto por día, a mi me ayudo a repensar en cuánta gente (incluyendo a mis queridas primas), cuantas organizaciones y cuantos dispositivos gubernamentales (como el de la Secretaría de Inclusión, Educación y Cultura a cargo de Elisa Abella) trabajan con el fin de promover la participación activa de todas las personas en la sociedad, fomentando un mundo más equitativo, respetuoso y enriquecedor; que en definitiva y sin darnos cuenta, disfrutamos también todos nosotros que muchas veces hacemos poco por ello, y se nos pasa de largo dar el real reconocimiento a quienes se lo merecen.