Con el objetivo de contribuir a la seguridad en cárceles, el Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) incorporó a sus filas 13 perros detectores de estupefacientes de raza pastor belga malinois. Prontamente se sumarán al Complejo Penitenciario de Campana.
Tras un intensivo entrenamiento de un año, a cargo de la Dirección de Cinotecnia del SPB, la institución sumará a Vilma, Tupac, Vago, Vitto, Viki, Uma, Valo, Vita, Venom, Volt, Vijo, Wolf y Xiomi a los doce Complejos Penitenciarios que agrupan a las cárceles y alcaidías pertenecientes a la provincia de Buenos Aires.
El jefe de Departamento Perros, Sebastián Figueras, explicó que “estos animales forman parte de una raza versátil, adaptable a inclemencias del tiempo y que se utiliza en diversos cuerpos de seguridad del Estado y ejércitos alrededor del mundo”.
Además, indicó que pueden estar en condiciones operativas alrededor de siete años y que, para la tarea específica, son perros con un muy marcado instinto de juego.
Los canes fueron instruidos desde que cumplimentaron el calendario de inmunización y, junto a Figueras, trabajaron de manera intensiva, Raúl, Gabriel y Matías, otros tres instructores.
Próximamente los perros serán entregados a dependencias de los Complejos Penitenciarios La Plata, Lisandro Olmos, Magdalena, Florencio Varela, San Martín, Campana, Sur (Bahía Blanca, Saavedra y Trenque Lauquen), Norte (San Nicolás, Baradero, Junín y Mercedes), Este (Mar del Plata y Dolores), Conurbano bonaerense Sur Oeste (Ituzaingó, Lomas de Zamora, La Matanza y Merlo), Zona Centro Sur (Sierra Chica y Urdampilleta) y Zona Centro Norte (Azul, General Alvear y Barker).
Respecto a la modalidad de entrenamiento, los expertos aclararon que es un mito popular que los animales consumen estupefacientes para poder detectarlos y subrayaron: “Esto es una creencia totalmente falsa e inviable, ya que un animal puede morir rápidamente si consume drogas”, detalló Sebastián.
“Nosotros trabajamos con pseudos de sustancias y, en realidad, lo que el perro busca es su juguete, que es la recompensa que recibe tras la marcación”, puntualizó Figueras.
Sobre este procedimiento, el jefe de Departamento Perros explicó: “La marcación activa sucede cuando un perro detecta, por ejemplo, una sustancia prohibida y realiza una acción para informar el hallazgo, como ladrar o rascar. En cambio, una marcación pasiva ocurre cuando el animal se sienta en el lugar en el que encontró estupefacientes”.
Los profesionales contaron que cada perro requiere un tiempo de aprendizaje diferente y, en ese sentido, Gabriel, uno de los instructores, confesó: “De esta camada, Vago es uno de los más rebeldes y hace referencia a su nombre. Logró incorporar las cuestiones más difíciles, pero le cuestan las que, en general, son más fáciles”.
En las cárceles de la provincia de Buenos Aires trabajan alrededor de 200 perros especializados en seguridad, detección de estupefacientes y rastreo de personas o explosivos. A su vez, según consignó el jefe de Departamento Capacitaciones, Carlos Báez, hay más de un centenar de agentes penitenciarios que se formaron como guías de canes tras completar una formación básica y cursos específicos de búsqueda de drogas y rastreo de personas o explosivos.
El director de Cinotecnia, Diego San Sebastián, destacó la gestión del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires en la adquisición de los perros y el apoyo permanente de la jefatura del SPB, a cargo de Xavier Areses.
“Esta nueva entrega demuestra que el trabajo en equipo posibilita la existencia de más grupos de canes en las cárceles bonaerenses bajo la premisa de intervenir inmediatamente en aspectos preventivos y asegurativos”, dijo San Sebastián.