“Al mejor cazador… le metieron el perro!!!” Por Diego Paolinelli

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El centro de reunión para los choferes de las grúas del puerto,
era un cuartito con una ventana al rio para ver la llegada de las
barcazas que venían del Norte, por el Paraná de las Palmas. Una
mesa con 4 sillas de madera, un par de banquetas armadas con
despuntes de palos y unas tablas clavadas eran todo el mobiliario
y en un rincón, una canilla con agua potable y un hornito
eléctrico para calentar la pava para tomar mates. El cuartito del
muelle además era visitado por los Apuntadores, que llevaban el
control de remitos de descarga y coordinaban donde enviar cada
producto que llegaba por el río. Y era el lugar de refugio de los
barqueros y camioneros cuando estaban las grúas trabajando.
Tres maquinistas por turnos de 8hs y un Supervisor eran más que
suficientes para manejar la descarga de las chatas paleras y
cargar los camiones que llevaban la materia prima al sector que
correspondía.

Al turno 1, lo componían:
Cacho, el Supervisor. Como buen técnico de futbol que era, sabía
cómo armar el equipo para que rindiera siempre.
Los tres choferes eran:
Toto; filósofo de bar, un bohemio que sorprendía a sus amigos
con tarjetas fileteadas como los colectivos de los 60 y una frase
dedicada a cada uno de ellos, para sus Cumpleaños. Un tipo que
a pesar de haber hecho solo hasta 2° grado, tenía un manejo
para la ironía y el insulto encubierto-

Todos se acuerdan y festejan cuando el Gerente los quería
hacer quedar a hacer horas extras GRATIS y sin vianda después
de haber trabajado 8hs al rayo del sol y le dijo: “pero
Fernández…yo no la conozco a su Señora Madre, para tenerla en
semejante CONCEPTO”. La sutileza para tratarlo de hijo de puta…
fue genial. jajaja

Paulito: un gordo con cara de bueno, muy hábil para manejar
equipos grandes y el mas rápido en la descarga y carga. Pero
odiaba el turno de la mañana, no entendía nada el primer día en
esa rotación que eran los lunes a las 4 am, llegaba al cuarto y sin
decir buen día les tiraba a sus compañeros la frase: “Ni a los
presos los hacen levantar tan temprano, entonces Cacho le daba
su tiempo para un cigarrillo o unos mates tempraneros y en
silencio, porque después se ponía a la par o los superaba a los
compañeros con su velocidad acostumbrada.

Y, por último, ya que es el eje de esta historia.
El flaco Miguel: muy buen chofer, pero se tomaba sus tiempos
para la tarea, lo hacía a su ritmo. Era el mas charlatán del grupo,
siempre tenía tema de conversación y según sus compañeros, el
mas honesto…claro eso si…hasta que abre la boca jaja. ¡Si, era
así! El flaco tenía qué tener la última palabra en las charlas con
todo el mundo, “me vas a decir a mí” decía cuando algún otro
terminaba el relato y empezaba con su historia que superaba al
interprete anterior…y si no era mentira, era tan grande la
exageración que sus compañeros se levantaban de la ronda y se
volvían a trabajar para no discutirle. Dentro de sus cuentos
“exagerados”, siempre los de cacería eran los más escuchados,
porque Miguel era un gran tirador, de esos que tenían una gran
puntería…un tiro, una presa. Pero en el último tiempo los tenía
cansados con las anécdotas de su perro. Era un Setter Irlandés,
color caoba. Que llevaba para cazar perdices. No reparaba en
halagos, que el Toby esto, que el Toby aquello, que no sabes lo

que hizo el Toby…creo que los compañeros de tuno no tenían
idea a que escuela iban los hijos del Flaco, pero sabían hasta que
comía su perro. La gota que rebalso el vaso fue el día que Miguel,
en un intento de magnificar a su compañero de cacería, cuenta
que lo había llevado a la veterinaria y después le puso la correa
para pasearse con el por el Centro de la Ciudad, y de pronto el
perro se frena frente a una vidriera de una Rotisería y queda
petrificado. El flaco en el intento de seguir la caminata lo tironea
de la correa y lo reta, pero no se inmuta…hasta que de pronto su
perro le marca con el hocico y una de las patas delanteras la
vidriera…entonces Miguel dice que se acerca y no lo podía creer,
lo que el Toby le estaba marcando era un frasco que tenía ¡¡¡
perdices en escabeche!!!

Los demás se pararon y fueron indignados. Hartos de las
mentiras del flaco y decididos a cobrárselas.
Pasaron unas semanas y cuando volvieron al turno mañana.
Minutos antes de la hora del mate (que iba de 9 a 9:30) lo vieron
a Toto charlando con un barquero y le hicieron señas que se iban
para el cuartito del muelle.

Ya la ronda estaba armada cuando entraron Toto y el barquero,
que se presentó como Juan y pidió permiso para compartir la
mesa, traía su termo y mate…propio de la gente de los barcos.
La charla había comenzado con los resultados del futbol del
domingo y que habían cocinado el fin de semana…cuando de
pronto el barquero interrumpió con una pregunta para Miguel,
“me dijeron que Ud tiene un perro de caza increíble…se hizo un
silencio, Cacho y Paulito bufaron y este último amago a irse
cuando percibió la seña de Toto (que era su compañero de
truco), que le decía “déjalo venir”. El flaco se puso ancho y
respondió con una voz llena de orgullo “así es mi Amigo, pero
más que increíble…muy inteligente”. “qué bueno, cuente…que

para mí no hay animal más inteligente y compañero que el
perro” invito Juan.
Entonces Miguel arrancó con su anecdotario de TOBY, pasando
por como ya de cachorro levantaba el hocico al cielo y marcaba
el sitio, cuando los mas veteranos ni se habían bajado de la
camioneta para iniciar la cacería, que se tiraba al agua si alguna
perdiz caía en la laguna y siempre traía las presas a los pies de su
amo sin arrancar una pluma del ave…mientras sus compañeros
de turno no emitían sonido, el barquero festejaba cada una de
las historias y alentaba a que contara mas. Entonces el Flaco no
pudo y volvió a atacar con la historia cuando lo llevo a pasear por
el Centro de la ciudad y su perro le marcó las perdices en
escabeche en la vidriera de aquella Rotisería. Sus compañeros
estallaron risas y protestas, pero fueron acallados
inmediatamente por el barquero que dijo: “paren muchachos, yo
le creo a Miguel”, y el flaco le devolvió una sonrisa satisfactoria.
Entonces Juan continuó “Yo le creo… porque hace unos años me
pasó algo similar”, entonces toda la mesa le prestó atención y
continuo:
“yo estaba trabajando en el barco atado a un muelle del norte,
cuando veo por la cubierta un cachorrito, un cusquito marrón
que al verme me movió la cola con locura y se echó panza arriba
en busca de cariño. Le di de comer y un poco de agua…y obvio no
se bajó más del bote. Pasaban los días y lo tenía pegado a mis
pies, acompañándome en las maniobras, en el traslado y hasta
para el descanso. Tanto me acompañaba y sabía mi rutina, que a
los pocos meses me empezó a despertar, mordisqueando las
sábanas antes que el reloj despertador sonara a las 6. Entonces,
deje de poner el reloj porque ANGEL lo hacía con una precisión
Suiza (lo había bautizado así en honor a su ídolo deportivo Ángel
Clemente Rojas, Rojitas gran jugador de Boca) . Hasta que un
día, estando yo acostado…percibo el calor sobre mi cara, abro los

ojos y veo por la ventana del camarote que el sol estaba
brillando por río. Busque todavía con los ojos medio pegados el
reloj y marcaban ¡¡¡las 9 y cuarto!!! Salte de la cama y en
calzoncillos salí corriendo y a los gritos buscando al perro con
una chancleta en la mano para castigarlo por la falta. Pero Ángel,
con la destreza de Rojitas me gambeteo y entro corriendo a la
cabina y salto sobre el comando…cuando entro …lo veo al perro
señalando con la patita delantera el almanaque…….pueden creer
que era FERIADO, me estaba señalando el 9 de Julio…..”
Se hizo un silencio y las miradas fueron a parar a Miguel, que
apoyo el mate que estaba tomando sobre la mesa, se paró y sin
decir nada se fue caminando para su grúa a continuar con el
trabajo. Una vez afuera, escucho el estruendo de las risas de sus
compañeros que festejaban a los gritos la ocurrencia de Juan el
barquero al grito de: “DALE CAMPEON …DALE CAMPEON”
Había un nuevo Rey de la mentira en el cuartito del muelle….