“De LA ENAMORADA DEL MURO-Zarate a LA BODEGUITA DEL MEDIO-Mar del Plata” un cuento de Diego Paolinelli

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Él acaba de detenerse en un Bar de la Ruta 2, parada obligada en mitad de camino a su casa.

Pide un café y se va a beberlo fuera del local…no podía perderse esa tarde de cielo celeste y un sol cálido, horas antes de comenzar el invierno. Apura el primer trago y descubre sobre su mano el perfume de Ella, apenas habían pasado un par de horas de ese abrazo y beso de despedida……seguían de Viaje juntos, a pesar de la distancia.

Retomó la ruta, sonaba el Clásico de Clásicos en la Radio Rock & Pop. Y su cabeza no paraba de traerle imágenes o sería su corazón…solo había pasado un mes de esa solicitud de Amistad en Facebook de Ella, y un cruce de saludos (más que formales…naturales), como que si fuera ayer que se habían conocido…luego el intercambio de teléfonos y el comienzo de algunas charlas extensas…de esas donde quieres escuchar que fue de la vida del otro y vos contar, al otro oído atento, tus experiencias. Sin esconder nada, triunfos y derrotas, éxitos y fracasos…sin mascaras.

Las charlas se siguieron dando, se fueron sumando los minutos y las horas. Coordinando los momentos libres de lo cotidiano para el llamado. El reconocer la alegría de poder tener esos encuentros a distancia. Ella desde Mar del Plata…él en Zárate.

Obviamente surgieron preguntas de cuándo y cómo se habían distanciado, Ellos habían sido noviecitos (si en diminutivo, muy naif) a fines de los ´80 y su punto de encuentro con amigos o solos era LA ENAMORADA DEL MURO un pub de Zarate. Y como todo este vínculo, no nació con el motivo de romantizar una época, ni vivir en la nostalgia…se permitieron jugar:

Él: “vos me rompiste el corazón”

Ella: “vos me soltaste la mano”

 

Y así entre chistes, chicanas y temas profundos, fueron desnudando su presente solitario….”quizás en la soledad, no haya dolor (cantaría León Gieco), de pensar y pensar en nadaaaa”. Entonces, cuando hubo comunicación y no necesitaron pensar la respuesta o la pregunta que van a hacer…se dieron cuenta que se habían permitido sentir. 

Sentir la compañía de la charla adulta con un par, que te hace bien. Y nació la necesidad de acortar distancias y que eso que les hacía bien…sería lindo hacerlo mirándose a los ojos.

Así surgió la idea de él, que podía ajustar sus tiempos, de realizar un viaje de fin de semana a la Costa Atlántica. La cual fue bien recibida, y antes de darse cuenta, ya estaban a escasos días de verse luego de poco más de 30 años…

Ella (risa nerviosa): “¿venís?”

Él (relajado, se auto sorprendía): “el viernes a la noche llego, ya tengo un Departamento alquilado cerca de tu casa”

Ella: “¿que necesitas?”

Él: “todo tu sábado”

Ella: “no lo puedo creer…vas a venir…¡¡¡qué LINDO!!!”

 

Esa semana duró un suspiro, el viernes había llegado…y sin más, él emprendió el viaje…sin preguntas que paralicen, sin prejuicios y sin expectativas…solo las ganas de encontrarse con esa mujer que en las últimas semanas había sido más compañía a la distancia, que con las que habían ocupado un lugar en su casa los últimos años. 

Una breve llamada telefónica a la llegada y arreglaron la hora donde él la pasaría a buscar por su casa.

Sábado19 de Junio 

Él, despierto desde temprano, decide tomar unos mates mirando el mar desde el gran ventanal del Departamento alquilado frente a la playa, esperando…pacientemente…impaciente la hora de pasarla a buscar.

La mañana se despejó, para dar lugar a una mañana muy fría, pero de cielo celeste y sol radiante.

El encuentro se definió con un largo abrazo en la puerta de la casa de Ella, entre risas y emociones nuevas. Tomaron la Costa y fueron a buscar un Café donde desayunar. El marco del día y la vista del océano, no hacían más que de escenografía a los protagonistas. El tenerse cara a cara, fue mejor aún que las conversaciones telefónicas. Siguieron las historias, las bromas sobre la edad, los puntos de encuentro a pesar de la distancia geográfica hacia tantos años…

De pronto, Él flotaba en la risa sonora de Ella….y Ella nadaba en la profundidad de su mirada.

Caminaron juntos por la Costa, el olor del mar los inundaba…y el diálogo seguía. Una mano en su hombro, de pronto ir abrazados como viejos amigos. Pasaban las horas y la energía seguía presente, decidieron ir a almorzar…cuando ya era tarde, pero las horas no se medían. Las miradas se hicieron más intensas, las manos se encontraban enlazadas. Y de pronto, un beso sin permiso…la emoción y la alegría en un lugar lleno de desconocidos…

La tarde se hizo más fría, las sombras de los altos edificios y el viento marino, la acompañaban. Entonces, una invitación a tomar unos mates al Departamento de él… pero el momento de intimidad fue más fuerte…y los mates…nunca fueron…le dejaron lugar a los besos y las caricias, los abrazos y ropa que iba cayendo al piso…para consumar la primera vez de ambos. Como aquellos adolescentes que nunca lo hicieron…con el peso de los años y las experiencias a cuestas, las dudas personales, los complejos y la ansiedad…le dieron paso al Placer….

 

Una ducha caliente por separado, repasar todo lo vivido y prepararse para un nuevo encuentro. La Noche los llevo a un lugar que él visitaba cada vez que iba a Mar del Plata y Ella en sus más de 20 años viviendo ahí, no conocía. LA BODEGUITA DEL MEDIO.

Los rodeaban las imágenes de los líderes de la Revolución Cubana, la literatura de Hemingway, y la música de Buena Vista Social Club. Los besos y caricias continuaron, como si no existiera nadie más alrededor. Ella, se conmovió…pensando que esos cincuentones, estaban haciendo cosas de adolescentes…esos que alguna vez no se permitieron hacer. Y él encontró, en la inspiración literaria que Ella había devuelto, la definición a ese día: “somos dos adolescentes, que les tomo más de 30 años hacer este viaje de LA ENAMORADA DEL MURO a LA BODEGUITA DEL MEDIO”.