Didac y La Princesa Guerrera

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Hace tiempo en un reino no muy lejano, vivía un ser solitario.

Su morada era un pequeño castillo, donde guardaba sus bienes más preciados, era su lugar, su dominio. En el se sentía poderoso, invulnerable, cruzar el poso que lo rodeaba, era posible sólo con su autorización, pero la estancia en el era limitada, debido a que no estaba dispuesto a compartir su tiempo y espacio.

 Su nombre DIDAC.

 

El egoísmo lo gobernaba transformándolo en un ser distante y superficial.

Nada ni nadie podía, por lo menos así lo creía, atravesar su oscura armadura.

Las circunstancias de la vida que le forjaron esa dura corteza no eran conocidas, lo que sí podemos decir es que él creyó que se trataba de un regalo, “un don”, que lo protegía de los demás, que nadie ni nada podían dañarlo y su fría mente se lo recordaba siempre. 

 

Lo que en realidad no entendía era que ese “don” no sería para protegerlo, sólo podía alejar a aquellos seres que realmente se acercaban para brindarle cosas buenas.

Así que lo que él consideraba su muralla, no era nada más y nada menos que una prisión, “su” prisión.

 

Recorría el reino con paso firme, seguro de sí mismo, saludando a cada uno de los pobladores, pero manteniendo esa distancia.

Reconocido por los otros por ser buena persona,  a la vez era contradictorio pensar que no podían ver realmente en su interior.

Sus murallas, esas que había construido a su alrededor, eran muy altas, y le dificultaban ver con claridad a los que lo rodeaban, cuestionando a todos por igual sin detenerse en pensar que alguien podría derrotar sus defensas.

 

Cierto día descubrió dentro de la población una mujer a la que no conocía, y sintió un brillo distinto en sus ojos, ¿tal vez sus murallas no fueran tan altas? Se preguntó.

Desde ese día trató de acercarse a joven aldeana, para ver más de cerca que lo alteraba, que podía otra simple mujer cambiar en su monótona vida.

 

  • ¿Quién es? ¿- Qué hace? Se preguntaba.

Y logró acercarse, saber quién era y qué hacía, pero no descubría qué era lo que le provocaba la mirada de la chica, que despertaban instintos para él desconocidos.

Dicha joven era recién llegada al poblado, pocos conocían de su vida.

Ella guardaba para sí un pasado, una historia y una información. Sólo lo compartiría con quien fuera digno de conocer sus secretos. 

Su nombre ILEU.

Pero quién era este oscuro caballero, que se acercaba, cuáles eran sus motivos, qué pretendía, se dijo ella.

 

Sus allegados le advirtieron acerca de él – es de tomar para sí lo que quería y luego volvía a recluirse en su mundo- su castillo de tan difícil acceso, pero ninguno de estos vecinos supo decirle cuál era su secreto, cuál era la posesión que este caballero guardaba en su morada, y ella fue invadida por la curiosidad.

Y fue así como ella permitió que él se acercara.

Quiso la casualidad, el destino o la búsqueda de alguno de ellos que se pusieran frente a frente.

Sin profundizar se fueron presentando, cotejándose y tratando de descubrir qué los atraía el uno del otro, 

Sus encuentros dejaron de ser casuales y se mostraron a la vista de los demás.

Cierto día, luego de un breve tiempo, el oscuro caballero invitó a su castillo a la joven aldeana, entre dudas y sospechas aceptó la invitación, llegando a la cita montando un hermoso y negro corcel.

Sorprendido ante semejante presencia, ya que ella se presentaba como una amazona, la imagen propia de la conjunción entre belleza, destreza y fuerza en un cuerpo de mujer.

 

A partir de ese encuentro las distancias se fueron acortando, pero ese don que el caballero creía poseer, ese de poner límites a quienes se atrevieran a desafiar sus dominios, sería en realidad sólo una venda que cubría sus enormes ojos, y no dejaría ver más allá de lo que pensaba.

A pesar de los límites y el frío trato recibido por la doncella, puso ésta su corazón y pasión a disposición del caballero.

Tan sólo ella encontraba respuesta interior a su entrega, a tal punto de sin conocer aún el secreto que encerraba el señor en su castillo, lo creyó digno de su afecto y además de conocer quién era realmente.

Se presentó entonces como la princesa de un reino más allá del camino oriental, su palacio donde vivía con sus padres y hermana fue el lugar donde creció y aprendió los modales de los nobles y a defenderse como una guerrera ya que su terruño siempre fue preso de los ataques de los conquistadores y de su propia sangre ya que se crió junto a sus primos que no le hacían muy fácil la tarea de ser la única mujer.

Hasta tuvo que lidiar contra las fuerzas de la naturaleza, ya que el río que rodeaba su castillo desbordaba sus costas y aislando su paso a reinos vecinos.

Le contó además que su alejamiento de dicha vida aunque dura pero cargada de libertades y afectos familiares, se debió a que ya madura para tomar sus propias decisiones, debía experimentar el trato con toda clase de gente y lograr mantenerse a sí misma, sin tener el privilegio de pertenecer a una noble familia.

Por eso llegó a este pueblo, donde nadie la conocía para poder templar más aún su espíritu y poder algún día tomar el lugar que el destino le había encomendado.

Nunca pensó la joven ILEU que la vida presentaría un obstáculo más y ese obstáculo tenía nombre, DIDAC.

 

Qué extraño poder lo tenía prisionero al oscuro caballero, porque nada de lo que ella le transmitía parecía interesarlo o complacerlo y porque ella se había fijado en él.

¿Tal vez ella pudo ver en su interior? Tal vez detrás de esos grandes ojos de fría mirada se escondía un alma tan grande y noble como para provocar semejante sacrificio, el de darse a conocer en cuerpo y alma.

 

Entonces ILEU conoció a una pequeña anciana, quien dijo saber cuál era el motivo por el cual este hombre se recluía en su dominio, por qué nunca se relacionaba y por qué nunca se había enamorado.

Ese tesoro que tenía en su castillo tan bien guardado era su corazón. Pero en realidad quien lo guardaba era su consejero, el hechicero de nombre EGOLAS, y protegido además por dos feroces guardianes, llamados MIEDOS.

El viejo mago dominaba la mente del caballero haciéndole creer que sólo se lo entregaría a la persona que fuera merecedora, cuando su propósito era no entregarlo jamás.

Entonces ella debía enfrentarse a los Miedos de DIDAC, y al hechicero para llegar hasta el corazón del caballero.

Vencedora de grandes contiendas, sorteadora de infinitos peligros, creyó finalmente que ésta sería una batalla más.

Enfundada solamente con la armadura de su blanca piel, más la pasión y el amor como armas, fue a enfrentar la morada del señor.

Llegó a puertas del castillo del oscuro caballero, arremetió con fuerza y logró entrar.

 

Lentamente pero sin pausa se movió por el interior de la fortaleza en busca de lo que tanto ansiaba.

Mientras tanto desde su torre DIDAC observaba a la joven princesa y se sorprendió al verla ingresar a la cámara donde se encontraba su ya olvidado corazón, y bajó presuroso las escaleras de la torre.

¿Qué deseaba la joven, qué destino extraño la impulsaba, sería eso que algunos llaman sentimientos? Se preguntaba Él.

Ya en la cámara la joven se encontró con el hechicero, quien con fuerza increpó: ¿cómo osaba a ingresar a esa habitación sin su autorización?

Ella respondió con voz clara y fuerte que venía a liberar el corazón del caballero y que lucharía si fuera necesario.

Irónicamente rió EGOLAS, Tú luchar le dijo, con qué necesidad, si no tienes la fortaleza primero y segundo aquí no existe ningún prisionero, DIDAC eligió su destino y sólo él puede cambiarlo.

ILEU decidida a obtener lo que quería no escuchó los dichos del viejo y atacó con firmeza contra los guardianes. Luchó con uñas y dientes, como una tigresa tratando de defender a su cría. Pero lo que ella no sabía era que éstos guardianes, los miedos, eran muy fuertes, alimentados por las dudas sobre sí mismo que tenía el oscuro caballero.

A pesar de su barrera y de estar tan cerca de la caja que contenía su tesoro, no lo podía alcanzar.

Continúo la contienda pero las fuerzas de la princesa fueron enflaqueciendo y la de los Miedos parecían aumentar.

Ya agotada y exhausta recibió heridas profundas que la debilitaron hasta caer.

En ese preciso momento ingresó el joven caballero a la habitación encontrándose con un cuadro que no lograba entender.

La joven princesa yacía en el suelo de la recámara vigilada por la mirada fría del hechicero y los guardianes.

Fue en ese instante que se dio cuenta de lo ocurrido.

Esa joven que tantas sensaciones despertaban en él, fue capaz de sacrificarse con tanta voluntad para demostrarle y demostrarse que era la indicada.

¿Qué haz hecho? Le recriminó al viejo hechicero, por qué haz herido a ésta joven que se mostró tal cual es y sólo quería cosas buenas para mí.

Lo lamento mi señor, dijo EGOLAS, pero yo sólo he seguido con tus órdenes, tú me pediste mantener alejada a toda persona que se acercase.

  • Sí, pero por qué permitiste que los guardianes la hirieran de tal forma.
  • Nuevamente te equivocas mi señor, respondió EGOLAS, los guardianes son alimentados por tus propios temores, a comprometerte, a fracasar y hasta de ser amado.
  • O de amar, sentenció el joven.
  • No mi señor, interrumpió el mago, tú no puedes tener miedo a amar, ya que tu corazón lo tienes oculto en aquella caja y así es imposible amar.
  • Comprendo, dijo DIDAC y fue como si un rayo le atravesara el pecho y se sintió vacío por dentro.
  • Hechicero, ya no necesitaré más de tus servicios, he comprendido que ocultándome sólo logro lastimarme y lastimar a quienes realmente quiero, dijo DIDAC.

EGOLAS sonrió y se marchó en silencio.

Ahora sólo quedaban en la habitación la joven ILEU quien yacía sin sentido en el suelo, DIDAC y los Miedos junto a la caja que contenía su corazón.

El joven apretó sus puños, levantó su cabeza y con una mirada de fuego encaró a los guardianes para recuperar lo que era suyo. Y bastó con sólo enfrentarlos para que los Miedos cayeran de rodillas al suelo, desvaneciéndose luego como polvo.

Tomó a la joven y la depositó sobre una cama, se quedó admirándola por un instante, preguntándose cómo había permitido que esto le sucediera a la única persona que fue capaz de arriesgarse por él, la única que pudo llegar más allá de las murallas que él había creado, creyéndolas sus defensas cuando en realidad se transformaron en su propia prisión.

Limpió y curó las heridas que sus Miedos le habían ocasionado a la princesa, y luego se dirigió hasta la pequeña caja, a abrió y se sorprendió al encontrar en su interior sólo una fría roca.

La tomó entre sus gruesas manos y se acercó con ella hasta donde se encontraba ILEU.

Fue entonces cuando volvió a sentir esa extraña sensación en medio de su pecho y vio como la roca se quebraba por fuera para dar paso a un rojo rubí con brillante resplandor.

Se sentó junto a la joven y comenzó entonces a deslizar el brillante por las heridas y milagrosamente éstas comenzaron a cerrarse.

Luego colocó su corazón entre las manos de la princesa y con sus propias manos presionó las de ella con él.

Un gran suspiro se desprendió de la boca de ILEU, y poco a poco fue recuperando el aliento ante la mirada conmovida de DIDAC.

No entendió muy bien qué era lo que había sucedido, ni donde se encontraba, sólo reconoció los ojos del caballero que la contemplaban sin pestañear.

DIDAC con una gran sonrisa en sus labios le dijo: – Mi joven princesa aquí dejo en tus manos lo que creí mío y tanto protegí. Y ahora entiendo que la mejor forma de cuidarlo es entregándolo a la persona por la cual siento lo que siento por ti.

La joven había escuchado con atención al caballero en silencio.

Abrió sus manos, miró lo que había en ellas, y sólo pudo ver una fría y dura piedra.

Pero cuál era el motivo por el que la muchacha tenía esa visión de la ofrenda, sería tal vez que el viejo mago ante el desplante del caballero, hubiese realizado un hechizo para separarlos.

No, en realidad las heridas provocadas por los Miedos de DIDAC, y que éste creyó curados, sólo habían sanado por fuera.

Estas heridas habían calado en lo más profundo de ILEU, hasta llegar a ser dulce alma, llenándola de angustia y decepción.

Por lo que mirando a los ojos del caballero, agradeció su obsequio, pero lo rechazó.

Sabía internamente que había visto en el interior de él algo que nadie pudo ver antes, que lo quería por lo que era y no por lo que aparentaba, pero pensó que el esfuerzo fue demasiado, tanto bregar por encontrar el amor en él la habían agotado, y decidió que era el momento de pensar en ella. Tendría que curarse internamente a sí misma para volver a sentir y demostrar lo que alguna vez sintió.

Se acercó entonces a DIDAC pidió que la abrazara, lo besó en la mejilla y se despidió.

Fue dura la lección que tenía la vida preparada para éstos dos personajes, pero aprendieron.

Hoy ILEU recorre el reino montada en su negro corcel buscando curar las heridas de su alma para volver a sentir por alguien lo que alguna vez sintió por el oscuro caballero.

Él, DIDAC, camina en silencio por las calles del pueblo llevando consigo su única posesión importante, su corazón, para poder sentir y brindarse por los que quiere, y por sobre todas las cosas para sentirse cerca de quien hoy está distante, su único y verdadero amor, ILEU, la princesa guerrera.

 

Ésta historia aquí termina, más la de ILEU y DIDAC continúan, aunque por caminos paralelos, con una misma dirección, la de aquellos que buscan la posibilidad de encontrar con quien compartir su amor.

Muchas son las hojas en blanco que quedan en sus vidas, y ellos tomarán la decisión de seguirlas por separado o volver a hacerlo, juntos…